EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

miércoles, 13 de abril de 2011

CABALGANDO A MAL TIEMPO


Me han contado la sorprendente historia de un lapicero como ningún otro en este mundo. Un lapicero que remplaza las grabadoras de sonido y que guarda, en su inmensa memoria, cada palabra que escribe para luego grabarla en un computador como un archivo PDF. ¡Alucinante! Exclamaron todos, mientras preguntaban detalles sobre el funcionamiento del novedoso lapicero. ¿PDF? Ni eso entendí yo. Sufro de una inconveniente ignorancia tecnológica que me recuerda, día a día, la malévola ironía de encontrarme, a mis 22 años de edad, en el momento histórico más complicado de todos: la era de la información. Y la verdad es que la tecnología me abruma y me asfixia. La desprecio por incomprensible, extensa e inmediata.

Ese talento inherente a las nuevas generaciones, no lo tengo yo. Me quedó grande, en su momento, el Ataris, por ejemplo. Luego el Nintendo, y, por ultimo, ese imposible Playstation que pedí una navidad luchando en contra de mi evidente torpeza. Eventualmente llegó a mi vida el computador que, sin dar mucha espera, se impuso como una realidad, académica, social e histórica. Entonces aprendí lo básico: Paint, Word, (Excel no), un poquito de PowerPoint y por ultimo, la navegación en Internet. Saludé con curiosidad al mundo de Messenger, Hotmail, y, claro está, Facebook. Sin siquiera darme cuenta, me encontré sumergida en la nube todopoderosa que es la red, y empecé a distinguir sus atropellos.

Empezaré por resaltar su propiedad corrosiva y venenosa, que ha logrado, con gran talento, degradar tanto las relaciones humanas, como el lenguaje. Extraño la cercanía del sonido de la voz, que es ahora remplazada por el mensaje de texto. Extraño la concentración, que hoy día se invierte en juegos de celulares durante las clases. Extraño el contacto visual, que hoy, más que nunca, se dedica a las conversaciones que se leen en las pantallas de los BlackBerry. Extraño las tildes y las palabras enteras. Extraño la extensión y la entonación que trata, inútilmente, de ser suplantada por diferentes “emoticones”. Extraño las cartas escritas a mano, las llamadas telefónicas y los mensajes de más de una sílaba. ¿Cuál es el propósito entonces del lenguaje? ¿Es este meramente comunicativo? Para mi es cada vez más impersonal y mucho menos descriptivo.

La inmediatez, es otro aspecto de la tecnología que me inquieta. Me entristece olvidar el sabor que resulta de una lucha por buscar algo, para encontrar algo. Hoy no tenemos que luchar por nada, porque todo nos está dado. Y nos vamos volviendo gordos, y antisociales, y expertos en todo, y expertos en nada. Estamos dando la información por sentada, sin pensarla realmente y estamos olvidando ejercitar el músculo que es la memoria. Todo está ahí, todo está fácil, y nosotros corremos el terrible riesgo de volvernos unos facilistas sedentarios, que no salen de su habitación.

El tono romántico de este articulo, me muestra anacrónica y posiblemente falsa. Aunque critico la tecnología, la uso diariamente para comunicar mis reflexiones y la uso también, aun con más frecuencia, para fines mucho menos trascendentales y bastante más frívolos. Lo se. Posiblemente este escrito es el resultado la frustración que me produce (como a los viejitos) no aprender a manejar los aparatos tecnológicos. O quizá, este artículo pretende preguntarse para dónde va el hombre con tanta tecnología. ¿Qué ambicionamos? ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿En que tipo de mundo queremos vivir? Mientras respondemos estas preguntas, yo sigo tranquila montada en caballo, mientras todos los demás transitan en carro las vías de la era de la información.