EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

martes, 22 de febrero de 2011

EL JALÓN DE OREJA


(Ejercicio de opinión que trate un tema controversial de forma radical)

A las tres de la mañana, mi papá entra en un estado de absoluta lucidez. Entre el sueño y la vigilia, alcanzo a anticipar que falta poco para que me jale las orejas. ¿Tu por que tienes unas orejas tan chiquitas? ¡Te voy a activar! me dice mientras me las estira como un caucho. Yo, mientras tanto, me debato entre el profundo sueño y la curiosidad, preguntándome cuál será su siguiente ocurrencia. Usualmente, sus intervenciones de madrugada son tiernas e inteligentes, y tienen el ritmo de una canción arrulladora que termina por despertarme cariñosamente. Esta mañana, mi despertar sucedió de manera distinta.

El jalón de oreja fue remplazado por un apretón de nariz y la voz consoladora por un grito escandaloso. ¡Y las mujeres siguen teniendo hijos para que se los mantenga el estado, carajo! Mi desconcierto (causado por el inusual malestar mañanero, y por el sonido del televisor que siempre está en el canal de las noticias) me llevó a preguntar sólo una cosa: ¿y que importa? ¿No es esa una función del Estado? Hoy, a las 10 de la noche, (todavía con tareas por hacer y con el sueño exacerbado) me arrepiento acérrimamente de haber formulado dicha pregunta, por demás turbada por el sueño y por mi impulso impertinente. ¿Cómo que qué importa? Me respondió molesto: Así nadie tendrá que cargar nunca con el peso de una consecuencia. Esta discusión duró hasta las siete am que salí para clase, con unas ojeras color berenjena y con una pensadera impropia de cualquier mañana.

La libertad, para mi, es un deber racional del ser humano, y aunque reconozco que muchas veces se ve enfrentada a obstáculos ajenos a la razón propia, (como pueden ser la costumbre, el qué dirán, la religión y la política, por ejemplo) insisto en que es una opción del hombre, que debemos ejercer y defender, siempre. Tratando de burlar el carácter filosófico de esta discusión y de este término, diré que al hablar de libertad, me refiero a nuestro poder de hacer con nuestras vidas lo que se nos dé la gana. Bajo esta premisa, pienso que todas nuestras acciones, sean las que sean, provienen de nuestra libertad: libertad de decir que sí, o de decir que no, libertad de la acción, o de la no acción. Lo que sea.

El Estado, según mi papá, carga con las temibles consecuencias que a veces resultan del uso de la libertad. Yo estoy de acuerdo. La libertad me pertenece y es de mis facultades más íntimas y personales, por lo tanto, yo debo ser quien asuma los resultados de mis decisiones y de mi proceder. Si yo, por decisión propia, soy drogadicta, ¿por qué el seguro debe tratar el sida que me contrajo una aguja usada? Si yo, por decisión propia, como hasta perder el sentido, ¿Por qué espero que el seguro, y no yo, me pague el balón gástrico? ¿Por qué debe el Estado responder por mis “errores”, que también corresponden al uso de mi libertad? ¿No es esto acaso, seguir fomentando las acciones que vienen de una “ignorancia” que más bien debería ser combatida?

Las mujeres de bajos estratos continúan teniendo hijos aunque no tengan con qué sostenerlos, y para esto, buscan al Estado, que no por coherencia, ni por convicción, suele incumplir con la mayoría de las exigencias planteadas anteriormente, pues es bien sabido que el seguro no responde (en múltiples ocasiones) ni siquiera por las enfermedades involuntarias. Esto no quiere decir que deba responder por todo, o eso creo yo. También lo digo por que los gastos del Estado vienen de los impuestos nuestros, que no tienen por que pagarle la irresponsabilidad a nadie.

No estoy tratando de ser moralista ni de juzgar a quienes ejercen su deber a ser libres, (pues yo también practico mi libertad y por hacerlo, estoy a un centímetro de cualquier catástrofe) sino que estoy haciendo una crítica a quienes esperan que alguien más, responda por sus decisiones. Esta mañana mi papá me jaló las orejas y me quedaron largas, puntudas y afiladas. Prometió, frente a mi reclamo, ser él quien pague los gastos de la cirugía estética que buscará disminuir el parecido entre mi misma, y un aeroplano de ala estirada.

martes, 15 de febrero de 2011

MALEZA DE LA COLOMBIANA


Opinión.

Carlos Luís Quintero. La casualidad me llevó a conocer este nombre. Un nombre cualquiera, de un hombre cualquiera, que como tantos otros, ocupa hoy un lugar debajo de nuestra fértil tierra colombiana. Su familia lo enterró el 12 de enero del presente año, luego de encontrar su cuerpo tirado en el parque nacional, vistiendo la misma ropa con la que lo secuestraron un mes antes. Los cien millones de pesos que pagaron por su liberación no tuvieron valor alguno.

Aquí abonamos nuestros suelos a punta de muertes. Los sembramos y parece que crecieran en árboles como abundantes frutos de café. Cosechamos muertos y los recogemos en parques, en fosas, en ríos. No importa el clima, no importa la altura, no importa la acidez de la tierra. Nuestros muertos se dan por doquier, cual maleza. Como son tantos, hoy me encontré con la historia de uno que espero, sinceramente, pueda hacer conocer en esta columna.

Estaba en la clínica Marley sentada en una silla de ruedas esperando a que me pusieran la vía intravenosa que aliviaría el dolor de mis músculos. Lloraba porque le tengo fobia a las agujas y porque siento que ya no estoy en edad de llorar por bobadas. De pronto a mi lado sentaron a una niña que lloraba, aparentemente, por razones importantes. “Me duele el colon hace tres días” dijo afanada, mientras la bruja de la enfermera le hurgaba las venas. La madre nos contó que era de Cartagena pero que estaba en Bogotá desde hacía dos meses por razones familiares. En cuestión de segundos las “razones” familiares se convirtieron en una historia triste que ya habíamos oído, tantas, tantas veces. Su hermano fue secuestrado el 23 de diciembre del año pasado y ella vino a negociar su liberación. “El era cómo un padre para mis tres hijos” dijo.

La niña lloraba, y decía que probablemente se había enfermado de la tristeza, y mi mamá y yo llorábamos pensando que sí: Las balas de los secuestradores también hieren los órganos vitales de los que siguen “libres”, y en los hospitales también hay gente enferma de nuestro país. Cuando fui al hospital no esperaba encontrarme con un dolor diferente al de la caída de mi caballo, pero me dí cuenta que es imposible escapar de esta realidad omnipresente. Nuestra guerra manda a gente al hospital y a la tumba, no puedo ignorarlo.

Carlos Luís Quintero murió secuestrado y no se han encontrado culpables. Tampoco se ha ofrecido recompensa alguna para que alguien los encuentre. Lo desconocen los medios y por lo tanto lo desconoce la gente, pero no lo desconozco yo. La mamá de la niña nos pidió que rezáramos para que encuentren a los secuestradores de su hermano, y mi mamá me miraba aterrada, sin poder creer la carga que tienen aquí, las cadenas de oraciones.

miércoles, 9 de febrero de 2011

DE DISNEY Y OTROS DEMONIOS





Opinión. Humor.


Malditas sean las películas de Disney. Las de las princesas, las de cuando yo era chiquita. En una larga reflexión sobre mi misma, he podido concluir, que mis padres, sin saberlo, me arruinaron la existencia. Me dañaron de por vida. Y si, yo entiendo, “la niña es chiquita, y queremos mostrarle las cosas lindas del planeta. ¡Pongámosle Disney!” eso tiene muchísimo sentido, y lo tuvo hasta que ahora, en mis primeros años de adulta, me he dado cuenta del cortopunzante residuo que dejaron en mi corazón e imaginario los cuentos de amor y de realeza.

La Sirenita fue mi película favorita durante toda mi infancia. Me sabía sus canciones y todos los parlamentos. Cuando me metía a la piscina de mi finca me imaginaba que era sirena y entrelazando los pies nadaba soñando. Pensaba en todo lo que se me parecía Tritón a mi papá, y en que eso no podía ser solo coincidencia. Pensaba en que si yo fuera sirena, sería una sirena mona, y también pensaba en Erik, el príncipe de los sueños de Ariel, y el de los míos.

Hace unos días volví a ver la película, y al sentirme emparamada por mis propias lagrimas gordas y saladas, me pregunté si lloraba por melancolía y por nostalgia, o por un repentino impulso racional, que como una brillante revelación, me explicaba todos mis problemas. Pero claro, pensé, si me ponen a soñar con imposibles, durante años sin parar, no es sorpresa este horrible sentimiento de irrealización y de impotencia. Si me ponen a soñar con ser sirena, sabiendo que ninguna niña puede o podrá, algún día, ser sirena, no es extraño que esté confundida en términos de sueños y de aspiraciones. Pero lo más horrible, de todo lo mas macabro y espeluznante, es que me pongan a soñar con el príncipe Erik, sabiendo que nunca existirá, ni para mi ni para nadie, un príncipe como ese. ¡Que crueldad! ¡Qué salvajismo!

Entonces hoy, mientras leo libros de Virginia Woolf, o inclusive los periódicos colombianos, entiendo que la realidad es otra. Que la realidad es triste y dolorosa y que ni hay sirenas ni príncipes azules. ¡Que dolor! ¡Que desengaño! ¿Habrá valido la pena todo este tiempo de ceguera? ¿Seré algún día capaz de superar esta inhumana tara infantil? No lo se. Pero entre mas lo pienso, mas me molesta saber que cosas tan lejanas e inofensivas, me causan hoy tantos problemas en mi vida privada y reflexiva.

Hoy me enfrento a un terrible debate sobre el deber ser. El deber ser del mundo, de la vida y del amor. El deber ser de mi misma. Aunque el golpe con la realidad debe ser gradual, hoy lo siento inminente y fuerte contra mi cara. Nada es como me lo pintaron y creo que darle vuelta a mi imaginario abusado y confundido no será tarea fácil.

Mi sobrinita cumplirá dos años dentro de poco, y hoy me pregunto si debo imponerme con fuerza y carácter para impedir que algún día le pongan una de esas películas, tan, pero tan peligrosas. ¿Pero que es de la infancia sin Disney? ¿Pero que es de la adultez después de Disney? No lo se. Depronto, sólo estoy exagerando.




martes, 8 de febrero de 2011

EL PAÍS QUE ES NEGRO Y BLANCO SEGÚN LA CONVENIENCIA


Opinión.



“Odio a Piedad Córdoba” Me dijo mi papá, enérgicamente, hace unos minutos. A pesar de lo común del comentario, esta vez me dejó pensativa. ¿Por qué odiarán a Piedad Córdoba, si gracias a ella, se supone, liberarán a cinco secuestrados? La respuesta de mi padre se refería a sus presuntas relaciones con los grupos guerrilleros, misma razón que le costó su puesto como senadora de la republica.

Mientras oía a mi papá hablar sobre la hipocresía de la ex senadora, pensaba que a mi, personalmente, me tiene sin cuidado la clase de relación que ella pueda sostener con la guerrilla. Amiga, novia, amante. ¿Qué más da? Si gracias a gestiones de su parte, se darán liberaciones, se merece mi agradecimiento, pensé. Luego de repasar mis reflexiones, comprendí que estaba siendo víctima de un razonamiento maquiavélico en donde el fin justifica los medios: quiero que liberen a los secuestrados y no me importa cómo. Esto, entiendo, es bastante problemático.

Mantener la coherencia en un país como Colombia, es un esfuerzo inválido cuando es necesario “priorizar” las problemáticas. Fue difícil, para mi, por ejemplo, celebrar las muertes de Raúl Reyes y del Mono Jojoy, aunque su fallecimiento significara la vida de muchos otros colombianos. En este país, hay unas muertes que duelen y otras que no. No puedo dejar de decir que mi moral ha estado severamente expuesta a fenómenos mediáticos, que me confunden los principios y me convierten en una mujer de muchas caras. Un día soy piadosa y al otro día una descorazonada. Cuando los periódicos y noticieros me informan acerca del éxito de una dada de baja, algo en mí se trastorna y se embarulla. Soy hoy día una traidora, de mi misma y de mi patria.

Entonces me pregunto sobre la noción del bien común y la noción de la justicia, y al hacerlo, me quedo sin verdades. He crecido en el medio de estampidas que corren en sentido contrario, y que, en cualquier momento, acabarán por aplastarme. Me pregunto también sobre la función educativa de los medios y de la religión y de la familia, por que, desde mi perspectiva, ni se parecen, ni se complementan, sino que más bien, se contradicen. Hoy lloro a los muertos, por que matar es pecado, pero mañana los aplaudo, como un triunfo del estado.

Me queda entonces la tarea de descubrir a mi alter ego y atraparlo entre todos los Doctores Jekyll y todos los Mr. Hyde que hay en Colombia, y en cuanto a Piedad Córdoba, ¿amiga o enemiga? Al parecer, lo que nos vaya conviniendo.

lunes, 7 de febrero de 2011

SÍ CÓMO NO, LAS MARIPOSAS




CRÓNICA: ¿Cómo se enamoraron mis papás?



Para contar esta historia recurrí necesariamente a dos fuentes: mi papá y mi mamá. Cuando les hice la temida pregunta de cómo se enamoraron (pues llevan separados ya casi diez años) recibí diferentes respuestas. Fue allí cuando comprendí el carácter dual que tendría esta crónica, pues mis padres no parecen tener una misma visión de sus pasados.

“Papito, claro que te acuerdas. Si mi mamá ya me contó lo de las mariposas” le dije.

“A… lo de las mariposas” dijo risueño.

A continuación me recitó con lujo de detalle el momento en el que conoció a Luz María Jaramillo Ayerbe, la mujer que sería su esposa y la madre de sus dos hijas. Su relato tenía un tono poético y amable que infortunadamente yo nunca heredé, a pesar de que me habría gustado. “Era un domingo a eso de las diez de la mañana, yo estaba en la finquita en mi levantadora cuando oí llegar un carro. Me asomé por las ventanas y vi a mi primo y buen amigo, Jorge Eduardo Gonzales. Tan pronto como él se bajó del carro para saludarme, vi que la puerta trasera se abrió y que una monita de unos dos o tres años se bajo estruendosamente del automóvil. Esta es una visita decente, (pensé preocupado por mi vestimenta) pero me repuse rápidamente y me dispuse a abrirles la puerta de mi casa. La primera en entrar fue la pequeña niña rubia que venía con sus zapatitos en las manos. Luego, entró mi primo que me contó que venía de pasada por que se dirigía a su finca de Viterbo Caldas. Vi entrar entonces a una mujer joven, de unos veinte años, rubia delgada y hermosa. Esa debe ser la mamá de la niña pensé. A continuación, la niña se acercó a la pared de los cuadros de las mariposas para observarlas con mucha atención y curiosidad; su madre la tomó en sus brazos y le mostró los cuadros más altos. Yo me acerqué y les conté como todas esas mariposas habían sido cogidas en mi finca, menos dos, de la especie Morfus. Después, salimos a los jardines, me gustó todo de ella.”

¿Qué te gustó? Le pregunté

“Ella en conjuntó, sus ojos azules, su forma de proceder. A las pocas semanas llamé a mi primo para pedirle el teléfono de la mujer que mostró tanto interés por las mariposas.”

“mira te cuento mi amor”

Me dijo mi mamá respondiendo a la misma pregunta. Su tono era quejoso y más bien rápido, como quien debe contar una historia y salir del problema lo antes posible.

“yo iba con Adelaida, que estaba chiquita, a un paseo a la finca de Jorge Eduardo Gonzales. En el camino nos dijo que tenía que pasar por la finca San Jorge, de su primo Gabriel Germán Londoño, a decirle una cosa. Cuando entramos a la finca me pareció la más linda que jamás había visto. De pronto, salió un señor viejito en levantadora; eso me pareció muy particular pero me pareció más particular aún cuando empezó a recitarnos poemas mientras recorríamos los jardines. Al rato nos fuimos de la finca, cuando un día, recibo la siguiente llamada: “Hola Luz María, Soy Gabriel Germán Londoño y te quería invitar a comer para que hablemos de las mariposas” Yo me quedé aterrada por que a duras penas me acordaba de haber visto las mariposas, pero le dije que sí. Yo estaba ennoviada con Mauricio Arango y el estaba muy enamorado de mi, y cuando le conté de mi comida me dijo indignado: “¿mariposas? Por favor monita, no seas tan ingenua” y me montó una discusión que a mí me pareció un atrevimiento. Terminé con él y me fui a comer con tu papá. Y te imaginarás, eso ya hace 28 años.”

Ambas versiones de la historia me causaron mucha gracia, pues resumen lo que son cada uno de mis padres: Mi papá, un contador de cuentos capaz de transformar cualquier suceso en un idilio, y mi mamá, una intelectual enamorada tanto de su rabia, como de su ex marido. Desde entonces hablan todos los días de sus vidas aun estando separados y viviendo en ciudades distintas. Hablan de política, de medio ambiente, de poesía, de literatura, y ocasionalmente, de las mariposas.

UNA VERDAD INCÓMODA Y TRISTE






No. Esta vez no me alzaré en armas. Con la voz animada y con la verdad saliendo de mis labios les diré que el prejuicio sí es cierto. Lo siento por ellas, lo siento por ellos. Mentiras, no lo siento por nadie, sino que lo siento por mi. Sigo haciendo parte de esta mentira que es mi carrera y ya no puedo mas defenderme.


Desde que decidí estudiar lo que estudio, he librado una batalla eterna tratando de defenderme de juicios ajenos. Sí, estudio Comunicación Social en la Javeriana, y sí, soy mona, y sí, vivo en un apartamento estrato seis, y sí, soy paisa, pero No. ¡NO SOY BRUTA! Aparentemente mis características físicas, acompañadas del titulo académico que espero recibir algún día, equivalen a unas aspiraciones que definitivamente distan mucho de ser mías. Equivocadamente, o guiándose por pistas traicioneras, esperan de mí malos escritos y tontos comentarios. ¿Por qué no haces un casting en RCN? Seguro te iría muy bien en la sección de la farándula.

Ya cansada de comentarios como ese, que he oído reiteradamente a lo largo de los años, he decidido dejar mi respuesta en este artículo, por escrito y para siempre. En vez de recordarle a todos mis verdugos los intereses que me llevaron a este estudio, y en vez de decirles cuanto disfruto la lectura, la escritura y el conocimiento, les diré que están en lo cierto y que dejen de joder. Sí. Esta carrera no es para genios y entiendo a qué se refieren cuando hablan de la carrera para las niñas brutas.

Con lágrimas invisibles les doy la razón, y confieso, que a pesar de ser una víctima directa de tan seria acusación, dejaré de defenderme y más bien aceptaré la realidad que se me impone. Fue ingenuo de mi parte entrar a esta carrera con inquietudes intelectuales referentes al periodismo, la hermenéutica y la semiótica, pues me encontrado semestre tras semestre, con docentes y académicos que subestiman una carrera, que creo fuertemente, tiene el objeto de estudio más importante de todos: El lenguaje.

Entonces hoy acepto que la carrera es fácil, y que tristemente está lejos de coincidir con lo que yo me imaginaba. Tengo que decirles, además, a las niñas que quieren ser presentadoras de farándula, ambición completamente respetable, que este es su lugar, esta es su casa. A pesar de imaginarme los golpes que recibiré en caso de que alguien lea estas palabras, y aun sabiendo que con esto no soy más que alguien que juzga, probablemente injustamente a niñas como yo misma, escribo con firmeza que es muy difícil destacarse en una carrera que no está pensada desde sus cimientos, para tener un gran alcance.

No quisiera generalizar, pues ni todos los profesores son malos, ni todas las monas son brutas, mas infortunadamente, en mi carrera hay bastante de los dos. En ocho semestres recorridos he tenido máximo 7 buenos profesores que me han inspirado por su valentía y su pasión, pero siendo sincera, diré que yo, y muchos otros, hemos sido victimas de una educación desganada y rendida. El resultado de esto, es ver como, sin mayor dificultad, cualquiera pasa las materias y en últimas logra su diploma. Todavía hoy recuerdo una memorable anotación en el costado derecho de uno de mis escritos académicos: La felicito Matilde, tiene madera para escribir, que grata sorpresa.

Entonces concluyo felicitando a quienes hemos logrado sacarle provecho a esta carrera. A quienes nos hemos esforzado sin que nos lo exijan y a quienes hemos aprovechado cada corto rayito de luz. Invito también a todas las monas a que ayuden a desmontar el gran prejuicio, que hasta hoy tiene tanta razón de ser. Invito también a los profesores a hacer lo que les gusta. Si su pasión no es la pedagogía, por favor, ahórrenos los dolores de cabeza. A los buenos profesores, les agradezco me hayan mostrado el verdadero valor del lenguaje. Ustedes han hecho que estos 4 años de estudio no hayan sido una pérdida de tiempo sino, más bien, una persecución por las cosas que sí valen la pena. A la pasión y a la perseverancia, también les agradezco.




FILIAS Y FOBIAS


En esta carta de presentación, se encontrará el listado de todo aquello que me representa. Pequeños detalles, por demás sencillos e insignificantes, que constituyen la unidad que yo soy. Trataré de poner por escrito las fuerzas antagónicas que rigen mi proceder diario, en el inmenso esfuerzo que requiere la cacería de mis gustos y de mis disgustos. Espero que mi memoria, y lo poco que conozco de mi misma, les ahorre el trabajo de excavación que es conocerme hasta el fondo. Que sea este escrito un abrazo o un doloroso rechazo. Empecemos.

Me gusta sentir el agua cayendo del cielo, porque me arrulla y me deja dormida. Me gusta para la sed y para acompañar cada comida, y me gusta comer, mas que estar dormida. Me gusta mi finca por que es de colores. Me gusta por que es la casa de todas las flores, y es la casa mía, y ponen floreros, y huele a jazmines y a mierda de perro.

Me gusta mi papá mas que todas las cosas, me gusta su barba, su barriga y su prosa. Me gusta oír su voz, tan eterna y tan brillante, que recuerdo diariamente con memoria de elefante. Me gusta su historia, aventurera y valiente, y me gusta quererlo, para siempre, para siempre.

Me gustan los libros que huelen a usado, me gustan nuevos o los arrugados. Me gusta El Principito y me gusta su rosa, me gusta que es hermosa y me gusta así, simplemente, por rosa.

Me siento culpable de amar los placeres, ser de esas personas que pecan, que beben. Me gusta comer hasta perder el habla y me gusta dormirme sin tiempo y con calma. Me gusta la fiesta y me gustan los hombres, me gusta besarlos sin saber su nombre. Me gustan los viajes, los cielos, los campos, y me gusta mi nombre por feo y por raro.

Me gusta lo bello me gusta lo sabio, me gustan las lenguas aunque no las hablo. Me gustan las artes mas no las comprendo, y me gustan en cuadros me gustan leyendo. Me gustan los gatos y también los perros, me gustan los loros y muchos toreros. Me gusta la vida en algunos momentos, y añoro la muerte, la siento, la siento.

Me gusta el amor si es correspondido, si no, aunque me duela, lo escupo y lo tiro. Me gustan los tiros, cuando son de gracia, que maten recuerdos de duelo y de infancia. Me gusta la ropa y la televisión, desde Los Sopranos hasta Jersey Shore. Me gusta Tchaikovsky como el reggaeton aunque uno lo bailo, y el otro, pues no.

Odio a los buses y a los buseteros, los quiero en pedazos no los quiero enteros. Odio mi cama si esta mal tendida, y odio a los zancudos y odio a las hormigas. Odio rascarme la planta del pie, odio que me piquen y no se por qué. Odio al egoísta y odio al pordiosero, y a mi realidad comparada con la de un portero.

Odio el grueso recuerdo de los labios de mi ex novio, y a él, yo también lo odio. Lo odio en mi finca, lo odio en mi casa, y lo odio en la noche y por las mañanas. Me amarga la vida y me daña los sueños, no puedo olvidarlo, no puedo, no puedo.

Odio las clases que son a las siete, son inhumanas, y son indecentes. Odio la plata mas quiero ser rica, y odio la vida, me pica, me pica. Odio el encarte que me significo, soy para mi misma la carga de un mico. Odio la pereza que me tiene echada, y amo con locura mi linda pijama. Odio la envidia porque me acompleja y odio ese camino que sin rumbo me lleva hacia mis propias metas. Odié el 2010 y hoy lo sigo odiando, odié su olor, su sabor, su tamaño.

Me disgusta el tropipop en todas sus maneras, odio que me trate de idiota, como si mi mente tuviera ceguera. Odio al arrogante y al indiferente y odio mi sudor y el tamaño de mi frente. Odio los defectos que he heredado de mis padres, la migraña, el orgullo, el despiste, el mal carácter. Odio muchas cosas que nunca heredé. El talento grueso, la memoria espesa, la elocuencia moza y el mucho saber.

Odio la soledad y el sabor que me deja en los labios, los siento sin vida y los siento extraños. Odio estar sola dentro de mi cama, pero no hay remedio, mañana, mañana. Odio hacer parte de un cierto prejuicio, comunicadora con muy poco oficio. Y odio a las lindas, que además son brutas, las odio por lindas, las odio por brutas. Y odio la rima, que no me abandona, les pido disculpas, perdona, perdona.