EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

viernes, 23 de septiembre de 2011

THE WORLD OF COCA COLA

(El mundo de la inconsciencia)

Entonces, por razones de retrasos aeroportuarios, llegamos a Atlanta. Este destino turístico desentonaba claramente con nuestros propósitos vacacionales, que corresponden a un retiro espiritual e introspectivo que tendrá lugar en India.

India... Por primera vez en nuestras vidas podremos concentrarnos en nuestras propias reflexiones, en un lugar distinto al nuestro y lejos de vicios nocivos como son el consumismo y la contaminación publicitaria. Pero entonces nos vimos forzadas a pasar dos días enteros en Atlanta, y como no, a aprovecharlos. Fuimos entonces a una de sus máximas atracciones: EL MUNDO DE COCA COLA.

En el mundo de Coca Cola hay distintas secciones y actividades. Una de ellas, es sentarse en un teatro a ver el recorrido publicitario que ha tenido la empresa durante sus 125 años de existencia. Y fue allí, sentada en el teatro, cuando supe que la situación era grave y que éramos un caso perdido. El comercial era de los años setenta y consistía en una cantidad de hippies multirraciales que, mientras sostenían una Coca Cola en sus manos, cantaban una bella melodía sobre la paz y el amor. Cuando María del Mar y yo nos miramos, y vimos que las dos estábamos llorando, dijimos: estamos jodidas.

Entendimos que somos presas fáciles, muy fáciles, del sistema capitalista y publicitario. Mi hermanita lloró en el Mundo Coca Cola ¡y a ella ni siquiera le gusta la Coca Cola! Yo, en cambio, disfruté alucinada en el planeta feliz de la bebida que mas consumo. Y pensé alegremente que en mi retiro espiritual de India, no tendría que retirarme de tomar Coca Cola, porque ¡hasta allá llega la Coca Cola! Entonces me quité el sombrero y le agradecí a la globalización y al sistema capitalista, y a la estrategia distributiva de la empresa roja y blanca.

Ambas salimos aturdidas del Mundo de Coca Cola. Yo, indigestada luego de haber probado más de 60 bebidas que produce la empresa a nivel mundial, y mi hermana consternada por la facilidad con la que le pueden lavar el cerebro. En esta visita, presenciamos el mágico maleficio que logra legitimar, en casi todos los rincones del mundo, una bebida que aunque deliciosa, se sabe es dañina y corrosiva. Luego de salir de la fábrica con una bolsa llena de compras del gift shop, nos asustamos de pensar que el afán económico de una empresa, mezclado con el talento de unos genios de la publicidad y del marketing, son capaces de producir dulces y gaseosos suicidios: Los fieles amantes de la Coca Cola la tomaremos hasta la muerte, con gusto.

La experiencia, tan mágica en su momento, ahora me resulta siniestra. Tan siniestra como la realización absoluta de un sueño. Tan siniestra cómo lo perfecto. Es cómo haber asistido a un recorrido hacia nuestra propia tumba, todos sonrientes y todos estúpidos. No sé si alguien haya muerto, realmente, de tomar Coca Cola, pero sí creo que tiene gran responsabilidad en muchos de los kilos de más que pesan los obesos norteamericanos. Aun así, no son sus propiedades destructivas las que me preocupan, sino la permeabilidad de nuestra voluntad y de nuestro cerebro. Durante más de dos horas, yo fui una total descerebrada. Somos seres frágiles e influenciables. Pensé. Y luego dejé de pensar y seguí bebiendo el sabroso brebaje.