LA FLOR DE CEREZO
¨Ay niñas, ¿de verdad van a
hacer eso?¨ Sí, mamá, le respondimos. ¨Entonces yo voy con ustedes¨.
Mientras María del Mar y yo nos
dedicamos a explicarle al tatuador nuestras ideas, mi mamá guardó silencio y
observó cómo emocionadas nos disponíamos a inmortalizar a nuestro padre con
tinta en nuestra piel. Mi hermana en la cintura y yo en el cuello, firmadas
para siempre. Yo primero, ella después, emocionadas planeando la ocasión. ¨Ya le advertimos que para el día del padre
le tenemos una sorpresa muy especial ¨ comentamos picaronas. Mi mamá apenas
preguntó si nos dolía o acaso comentó tímidamente sobre el tamaño o el color de
los tatuajes. Y nosotras, sumidas en nuestra emoción nos olvidamos de su
compañía.
-¨¿Mamá, me está quedando
lindo?¨
-¨Sí mi amor. Muy lindo¨ la oí
decir con un tono concentrado. Cuando hubimos terminado y mientras cuidadosas
contemplamos la firma de nuestro papá rayada en nuestro cuerpo, mi madre
interrumpió: ¨ Está bien. Yo también me hago un tatuaje.¨
¨¿Qué qué?¨ Gritamos yo y mi hermana al tiempo. ¨Sí… Pues…
ya estando aquí, ¿cómo no las acompaño?¨ respondió. ¨Mamá, no te tienes que
hacer un tatuaje, ¿estás loca? ¿Que tatuaje te vas a hacer? ¿A estas alturas de
la vida? ¿qué dirá la tía Luchis? Objetamos como loras. ¨No se…¨ respondió. ¨Uno chiquito y discreto que me acuerde a
ustedes. ¿Una florecita quizás?¨ le preguntó al artista que apenas nos había
terminado. Preguntó por una florecita discreta y de colores en un sitio poco
visible; una florecita rodeada por la cantidad de pétalos igual a sus tres
hijas, su nieta y su ex esposo. El tatuador le mostró el dibujo de una
tradicional flor de cerezo coloreada de rosado y amarillo.
Cuando menos pensamos mi mamá ya
tenía la flor pintada en su tobillo y se disponía valiente a ser tatuada.
Perplejas la vimos en un tremendo espectáculo de solidaridad en dónde a los
gritos exclamaba ¨!Pero cómo se dejaron hacer esto!¨ mientras pateaba convulsiva.
La flor quedó tan imperfecta como mi propia madre pero también tan colorida y
tan alegre y tan hermosa como ella. ¨Un petalito por ustedes, otro por Emilia y
otro por Gabrielito.¨ Nos dijo convaleciente mientras se miraba el tatuaje y le
pedía perdón al tatuador por su mal comportamiento. ¨Me quedó muy lindo, ¿cierto?¨ preguntó. ¨Divino Mami¨ respondimos conmovidas.
Y así salimos entonces de
semejante aventura; envueltas como un sánduche en papel celofán pero más
cómplices que nunca. ¨¿Qué va a decir la tía Luchis?¨ repetimos entre risas y
cogidas de la mano.