EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

martes, 31 de mayo de 2011

NO TAN DELHI-CIOSO


Les escribo angustiada desde un avión parqueado en una ciudad (cuyo nombre no se pronunciar, y mucho menos escribir) de la India. La situación es caótica y yo trato de aliviarla comiéndome el sobradito de un turrón de rice krispies que me quedó de la inesperada visita a la ciudad de Atlanta. Tenemos emociones encontradas por diferentes motivos. En orden de prioridad, hay dos situaciones que se pelean el pedestal de mi angustia: uno, es que tengo que mandar vía mail, mañana mismo, tres ensayos que no he comenzado, y de los que depende mi futuro académico, y dos, que tenemos a nuestro pobre amigo Oliver (de Australia) esperándonos solito en Delhi desde hace 3 días escribiéndonos que lleguemos pronto por que “Delhi is a really shitty place”. En este preciso instante él debe estar esperándonos en el aeropuerto de Delhi, al que teníamos destinado llegar hace aproximadamente 3 horas. Pobre Oli, y pobre de mi situación académica. María del Mar ha tomado la determinación de educarme después de vieja al no ayudarme con uno de mis ensayos, entonces estoy decidiendo si ponerme o no brava con ella, teniendo en cuenta que será la única compañera de mi mismo género durante este largo viaje. Además, la quiero mucho.

Durante este eterno vuelo (que va ya en casi 10 horas, de las cuales dormí 8) he podido hacer la siguiente reflexión: ¿a qué hora me convencieron a mí, de venirme a la India un mes y medio? ¿bajo qué argumentos decidí yo, en mi sano juicio, venirme a recorrer los sucios caminos de la India en su época más caliente y olorosa? Tan olorosa de hecho, que al comienzo de este vuelo (lleno de hindúes) las azafatas pasaron, no una, sino dos veces, con ambientadores en spray para disimular el hedor.

NOTA DE MARIA DEL MAR

A mí lo que más me preocupa, realmente, es el olor. Quisiera exaltar lo del ambientador en el avión: Mientras un par de azafatas lanzaban a diestra y siniestra ese spray de olor floral que a duras penas disimulaba el olor a axila (o a especias cebolludas) que reinaba en el ambiente, yo sólo me preguntaba: ¿A todas estas, qué pensarán los hindúes de la situación? Porque estoy segura que si ellos han viajado a otras partes del mundo se habrán dado cuenta que este es el ÚNICO destino en el que unas azafatas se toman la molestia de perfumar, en su cara, el avión. ¿Será que si una empresa de aviación japonesa hace un vuelo para Europa, lo perfumará porque nosotros sólo les olemos, sin notarlo, a leche? En todo caso, prefiero oler a leche que a curry encebollado.

Es por todo lo anterior que me he propuesto una meta para este viaje. La única quizás, pues todo en este trayecto pretende ser espontáneo y casual. Esta es: hacerme muy amiga de un hindú para poder ahondar en su privacidad y preguntarle acerca de algo tan personal e intransferible como lo es el amor, perdón, el olor propio. Quiero saber él a qué cree que huele y yo a qué le huelo. Se ha vuelto una cuestión que me ha torturado por 10 largas horas y me obligará a crear una conveniente amistad con un desconocido.

Volviendo a mí, escritora insigne de este diario, diré que he olvidado mencionar un factor que agrava la situación enormemente. Tengo desde hace 5 días una enfermedad, que hoy, (ya les diré por qué) parece mortal. Sufro de una tos intensa (como de viejito) que sale desde lo más adentro de mi ser arañando mi garganta y perturbando el sueño propio, y el ajeno. Digo que es una tos de viejito, porque el anciano de barba que está sentado a tres sillas de distancia, está tosiendo igual que yo y tiene a todo el vuelo preocupado. El viejito me mira con complicidad por un solo ojo (porque además es tuerto) como queriéndome decir: ! tu también estás muy mal! Y así me siento. Por ahora me despido confesándoles que sin haberme bajado del avión he estado a punto de vomitarme dos veces y que temo enormemente perder mi octavo semestre de universidad. Atentamente, su cronista la india, perdón, desde la India, habiéndome acabado el turroncito.

CONTINUARÁ…

miércoles, 4 de mayo de 2011

¡QUIÉN CREYERA!

No sé por qué la imagen que adorna el lado derecho del computador en el que escribo, el de mi madre, es la de Jesucristo. Ella no cree y yo tampoco. Me voy cansando de ver imágenes ilógicas regadas por las paredes de los lugares que frecuento, sabiendo que en su presencia se cometen todo tipo de “pecados”. No mas acabo de llegar de la semana menos santa que he tenido en años, agradeciéndole a no sé quien, por darme estos días libres en nombre de quien sea.



La hipocresía religiosa nos va conviniendo más de la cuenta. Digo, a nosotros los pecadores. A nosotros los que a veces, cuando ya no podemos más con la culpa, rezamos alguito mientras nos dormimos, preguntándonos a quien es que le estamos rezando. A esos que contamos los meses, las semanas y los días, para que llegue la semana santa en donde de cuaresma comemos como presos y bebemos como locos. A nosotros que asistimos a las novenas bailables y que le pedimos al Niño Dios muchos regalos. A los que se confirman para complacer a sus abuelos y para poder casarse por la iglesia en un vestido blanco y pecaminoso. A nosotras que nos las damos de santas por llegar vírgenes hasta nuestro primer noviazgo. A todos los que hemos repetido que el que reza y peca empata.


¡Como nos conviene el cristianismo! y como nos lo ponemos de sombrero. A mí me gustaría creer o por lo menos dejar de dudar. Me pregunto que se sentirá eso de la fe ciega en donde nadie ve nada pero lo ven todo. Debe ser rico. Debe ayudar a pasar los días que son tan pesados como la cruz que cargó Jesús hacia su muerte. La duda, a mi me atormenta y me complica la vida. Creer sería más fácil y mucho menos tormentoso. Me eximiría de responsabilidades y de culpas. “Si Dios quiere”, “Dios proveerá”, “Será como El Señor lo quiera” cuantos pesos me quitaría de encima. Me quitaría también méritos, para equilibrar la balanza. “Gracias a Dios” “Dios así lo quiso” ¿y yo? Yo no hice nada. Yo no soy nadie y yo no soy libre, porque me muevo al compás del titiritero de la barba larga.


A muchos les sirve creer y a muchos les va peor que a mí. Los que creen sonríen hambrientos y yo, que no creo, lloro estando llena. Es complejo esto de la religión, pero sobre todo es injusto. Injusto que los pobres sonrían cuando pasan hambre porque “esa es la voluntad divina”, para mí, más bien, es la voluntad de un sistema corrupto, que es del más acá y no del más allá. Injusto que alimentemos al pueblo de religión y no de comida para saciarles los ánimos de emancipación. Injusta la droga religiosa. Injusta la duda, Injusta la vida, injustos nosotros con los que sí creen, cuando ponemos el Cristo en nuestra habitación.

martes, 3 de mayo de 2011

PLETO EL VAMPIRO

El joven esperaba en la sala. Los colores pálidos lo ponían intranquilo y quiso entretenerse. Ella lo esperaba en el jardín y él la observaba desde lejos. El vestido blanco y ligero parecía volar en medio del rosal y ella, a pesar del frío, sonreía. Era su momento. Tenía hambre y la mujer era irresistible. Empezó a caminar en su dirección confiado. La besaría y le quitaría la ropa despacio hasta dejarla desnuda para verla, sin prisa, toda la vida. El momento se acercaba y la transformación no tardaría mayor tiempo. Podía sentir como los colmillos crecían dentro de su boca y la miró insaciable. 

"Siguiente." Dijo la voz que salía del parlante mientras una niña chiquita se paraba de su asiento. Él se escondió atento. Pensó que por fin recuperaría su honor y su confianza. Le daría muerte a su enemigo y sería recordado como un héroe. Sintió que estaba cerca, ya podía olerlo y saborearlo. Salió de su escondite y empezó a buscar con el olfato al hombre insípido y sencillo que no merecía a su mujer. Lo mordería sin piedad hasta dejarlo seco. El momento se acercaba y la transformación no tardaría mayor tiempo. Podía sentir como los colmillos crecían dentro de su boca y lo atacó impaciente.


La música instrumental sonaba insoportable y la mujer del parlante no anunciaba su nombre. Mientras tanto corrió. Corrió velozmente alejándose del cazador. Aun había tiempo, no saldría el sol sino hasta dentro de tres horas. Estaba cansado y por primera vez en su vida sintió miedo. Las quemaduras del agua bendita en su brazo le devoraban la carne. Sólo en historias había oído sobre los caza vampiros y jamás se imaginó que uno lo estaría persiguiendo. Llegó a una calle sin salida y sintió el olor a ajo. El momento se acercaba y la transformación no tardaría mayor tiempo. Podía sentir como los colmillos crecían dentro de su boca y prometió defenderse.

"¿Será que se demoran mucho en atenderme?" Preguntó. "Siéntese. Ya le avisaremos." Entonces Corrió por el bosque. En esos tiempos de huida la comida era escasa. Hacía semanas que no tomaba sangre humana y estaba agotado. De pronto lo vio pasar a través de los árboles. Era un venado robusto y de color rojizo. Lo persiguió atento durante un buen rato porque, a veces, le gustaba alargar sus necesidades para añorarlas más y más. Al fin lo acorraló. El momento se acercaba y la transformación no tardaría mayor tiempo. Podía sentir como los colmillos crecían dentro de su boca y miró a los ojos al venado, hambriento.

"Pleto, ya puede pasar." Le dijo una enfermera. Se paró de la silla todavía reflexivo, y pasó al consultorio. "Buenas noches Pleto" dijo el doctor mientras le abría la boca. La situación era humillante y repulsiva. No le gustaba que nadie le metiera los dedos en la boca y estaba molesto. Después de 18 años con su condición había perdido la esperanza. Trató de volver a sus fantasías pero la intervención del médico se lo impidió. Si el fuera normal, y si pudiera defenderse, pensaría que el momento se acercaba y que la transformación no tardaría mayor tiempo. Sentiría sus colmillos crecerle dentro de la boca, listos para morder al malévolo doctor. Pero este no era el caso y su problema era muy serio. De repente, el doctor le recitó un verso corto con un tono burlón – “Aquel mísero cretino, que nació para vivir de gallinazo, nunca pretenda en su fatal camino, inmiscuirse con personas de alto trazo, y ambicionar altos honores, sino, concretarse a volar con vuelo escaso y comer lo que le ordene su destino.” – "¿qué quiere decir?" Preguntó Pleto impaciente. -Pues que no debe usted soñar, mi queridísimo vampiro, con hazañas peligrosas pues no tiene usted colmillos. 

Y salió Pleto el vampiro con la boca un poco herida y con el ánimo triste. Su contradictoria existencia lo tendría destinado eternamente a sueños y fantasías imposibles. O por lo menos así sería, hasta que por fin, algún día, como a cualquier otro vampiro, le crecieran los colmillos.