Llegará el día
en que sólo pocos recordemos esta fecha. El tiempo pasa y sobre todo para los
demás que olvidan, así, con el tiempo. En tu casa, es decir, en donde estamos
los pedacitos de ti que aquí nos quedamos, hay una necesidad de congelar el tiempo.
Nuevas rutinas le arrebatan el espacio a actividades productivas en un intento
ingenuo de inmortalizarte.
Cada vez con
más frecuencia me encuentro de cuclillas en mi cuarto y en la sala repintando
los mensajes que nos escribiste el último día. El marcador que usaste está casi
seco pero no me atrevo a usar otro. Quiero serle fiel al color terracota de las
letras y muevo mi mano cuidadosamente para serle fiel a tu caligrafía. Recuerdo
mientras acaricio cada letra que también a los arboles se les conoce la edad
por las capas de sus troncos. A tus mensajitos ya también se les notan las
capas porque ha pasado el tiempo.
Con María del
Mar veo que tus manías nos mueven como autómatas. Ahora cerramos los cajones
después de abrirlos y tenemos como sueño el orden, no vaya a ser que nuestras
cosas reflejen el orden de nuestras cabezas. Antes de salir de la ducha me
sacudo el agua como me enseñaste y veo que la Currita camina como tú,
contemplativa. Hablamos con tus palabras y procuramos, aunque a veces sin culpa,
expresarnos con tus gestos.
Tú no te nos
olvidarías aunque dejáramos nuestros esfuerzos por recordarte. Hasta sin
esfuerzo te nos notas. Al igual que tú nos fijamos en las cosas verdes, y en
las que florecen, y en las que dan fruto, y en el fruto del trabajo y del
conocimiento. Al igual que tú marcamos nuestros libros y subrayamos las partes
que como tú quisiéramos aprendernos. Memorizamos los poemas que grabaste no por
lo que dicen sino por la melodía de tu voz, siguiendo tu canto. Y sólo nos sabemos
los poemas como los cantabas tú, con la misma entonación y los mismos errores.
Por San Jorge
tanto la Curra como yo recorremos los terrenos con autoridad. Yo a veces sin
saber que busco, o que observo, pero siempre con la presencia con la que
admirabas tus cosas. Con orgullo. Mi hermanita si mira las cosas con el ¨ojo
crítico¨ que tanto buscabas en la gente y eso me da un gran alivio. Ella no
solo heredó el porte sino también esa impresionante capacidad de pensar bien.
Yo mientras tanto pienso en ti. Todo el tiempo pienso en ti.
Por las noches,
antes de dormirme, beso el anillo de oro que me hiciste para darte las buenas
noches y trato de recordar que tan grande era tu barriga cuando la abrazaba
quedándonos dormidos. Y mientras te abrazo canto en mi mente Muñequita Linda, y
te doy las gracias y en medio de esa eterna lista de agradecimientos concilio
el sueño. No he dejado de dormir contigo ni hasta mis 24 años. Todavía
consentida, siempre consentida.
Y entonces,
papito mío, de pronto me despierta una migraña y empiezo a refunfuñar
reclamándote una herencia de virtudes y no de defectos. A mi también me
traiciona el tonito y me ataca una jaqueca 3 veces al mes. A ti te dolía el ojo
derecho y a mi me duele el ojo izquierdo, lo que me hace pensar que siempre nos
queda un ojo bueno, el del otro, para ver un lado distinto de las cosas. Hace
unas semanas me di cuenta, por ejemplo, de que quién sabe hace cuanto tengo el diente
de adelante partido. ¨ Es que tenemos dientes de mala calidad¨ me decías acostado
mientras te pegabas un colmillo a la encía con pegadit y yo te decía entre la
risa y la indignación que ¡yo nunca me voy a pegar un diente con pegadit! pero
al paso que vamos, después de perder una muela y medio diente delantero, ya ni
se.
¡Hasta mis
dientes siguen la trayectoria de tu vida! y eso para decirte que todo mi cuerpo
te recuerda. Mi corazón que late por el amor que te tiene, mi mente que piensa
según tus enseñanzas y mis pies que tratan de recorrer todos tus pasos. Mis
manos que acarician a la gente que quisiste y que yo también quiero y mis ojos
que se asombran con este mundo que tú tanto amaste.
Una carta para
ti en este día, pero mi pensamiento, contigo, siempre.
Te amo, papito
de mi vida, lindo, lindo, li…
Hermosa y sentida carta, para ese su papá y mi amigo inolvidable y de siempre. Desde que los dos teníamos, yo, 24 años y Gabriel Germán 26. OLB
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