EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

miércoles, 9 de febrero de 2011

DE DISNEY Y OTROS DEMONIOS





Opinión. Humor.


Malditas sean las películas de Disney. Las de las princesas, las de cuando yo era chiquita. En una larga reflexión sobre mi misma, he podido concluir, que mis padres, sin saberlo, me arruinaron la existencia. Me dañaron de por vida. Y si, yo entiendo, “la niña es chiquita, y queremos mostrarle las cosas lindas del planeta. ¡Pongámosle Disney!” eso tiene muchísimo sentido, y lo tuvo hasta que ahora, en mis primeros años de adulta, me he dado cuenta del cortopunzante residuo que dejaron en mi corazón e imaginario los cuentos de amor y de realeza.

La Sirenita fue mi película favorita durante toda mi infancia. Me sabía sus canciones y todos los parlamentos. Cuando me metía a la piscina de mi finca me imaginaba que era sirena y entrelazando los pies nadaba soñando. Pensaba en todo lo que se me parecía Tritón a mi papá, y en que eso no podía ser solo coincidencia. Pensaba en que si yo fuera sirena, sería una sirena mona, y también pensaba en Erik, el príncipe de los sueños de Ariel, y el de los míos.

Hace unos días volví a ver la película, y al sentirme emparamada por mis propias lagrimas gordas y saladas, me pregunté si lloraba por melancolía y por nostalgia, o por un repentino impulso racional, que como una brillante revelación, me explicaba todos mis problemas. Pero claro, pensé, si me ponen a soñar con imposibles, durante años sin parar, no es sorpresa este horrible sentimiento de irrealización y de impotencia. Si me ponen a soñar con ser sirena, sabiendo que ninguna niña puede o podrá, algún día, ser sirena, no es extraño que esté confundida en términos de sueños y de aspiraciones. Pero lo más horrible, de todo lo mas macabro y espeluznante, es que me pongan a soñar con el príncipe Erik, sabiendo que nunca existirá, ni para mi ni para nadie, un príncipe como ese. ¡Que crueldad! ¡Qué salvajismo!

Entonces hoy, mientras leo libros de Virginia Woolf, o inclusive los periódicos colombianos, entiendo que la realidad es otra. Que la realidad es triste y dolorosa y que ni hay sirenas ni príncipes azules. ¡Que dolor! ¡Que desengaño! ¿Habrá valido la pena todo este tiempo de ceguera? ¿Seré algún día capaz de superar esta inhumana tara infantil? No lo se. Pero entre mas lo pienso, mas me molesta saber que cosas tan lejanas e inofensivas, me causan hoy tantos problemas en mi vida privada y reflexiva.

Hoy me enfrento a un terrible debate sobre el deber ser. El deber ser del mundo, de la vida y del amor. El deber ser de mi misma. Aunque el golpe con la realidad debe ser gradual, hoy lo siento inminente y fuerte contra mi cara. Nada es como me lo pintaron y creo que darle vuelta a mi imaginario abusado y confundido no será tarea fácil.

Mi sobrinita cumplirá dos años dentro de poco, y hoy me pregunto si debo imponerme con fuerza y carácter para impedir que algún día le pongan una de esas películas, tan, pero tan peligrosas. ¿Pero que es de la infancia sin Disney? ¿Pero que es de la adultez después de Disney? No lo se. Depronto, sólo estoy exagerando.




2 comentarios:

  1. "All men dream: but not equally. Those who dream by night in the dusty recesses of their minds wake in the day to find that it was vanity: but the dreamers of the day are dangerous men, for they may act their dreams with open eyes, to make it possible." - T.E. Lawrence http://ht.ly/3VeYE (con Erik si no te puedo ayudar...)

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  2. Como muchas personas, cometés el crasso error de creer que Disney tiene la responsabilidad de comunicar mensajes educativos o mensajes morales, porque por hacer dibujos animados está dirigido al público infantil. No es así. Disney hace ficciones, como todo lo que es cine. Si te afecta de una manera seria, el problema es tuyo, o de tus padres. Es como que atropelles a una persona y digas "la culpa fue del auto, no mía"

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