EL BUEN PERIODISTA

Los invito a leer las huellas que voy dejando en este inhóspito camino hacia el buen uso del lenguaje.

martes, 15 de febrero de 2011

MALEZA DE LA COLOMBIANA


Opinión.

Carlos Luís Quintero. La casualidad me llevó a conocer este nombre. Un nombre cualquiera, de un hombre cualquiera, que como tantos otros, ocupa hoy un lugar debajo de nuestra fértil tierra colombiana. Su familia lo enterró el 12 de enero del presente año, luego de encontrar su cuerpo tirado en el parque nacional, vistiendo la misma ropa con la que lo secuestraron un mes antes. Los cien millones de pesos que pagaron por su liberación no tuvieron valor alguno.

Aquí abonamos nuestros suelos a punta de muertes. Los sembramos y parece que crecieran en árboles como abundantes frutos de café. Cosechamos muertos y los recogemos en parques, en fosas, en ríos. No importa el clima, no importa la altura, no importa la acidez de la tierra. Nuestros muertos se dan por doquier, cual maleza. Como son tantos, hoy me encontré con la historia de uno que espero, sinceramente, pueda hacer conocer en esta columna.

Estaba en la clínica Marley sentada en una silla de ruedas esperando a que me pusieran la vía intravenosa que aliviaría el dolor de mis músculos. Lloraba porque le tengo fobia a las agujas y porque siento que ya no estoy en edad de llorar por bobadas. De pronto a mi lado sentaron a una niña que lloraba, aparentemente, por razones importantes. “Me duele el colon hace tres días” dijo afanada, mientras la bruja de la enfermera le hurgaba las venas. La madre nos contó que era de Cartagena pero que estaba en Bogotá desde hacía dos meses por razones familiares. En cuestión de segundos las “razones” familiares se convirtieron en una historia triste que ya habíamos oído, tantas, tantas veces. Su hermano fue secuestrado el 23 de diciembre del año pasado y ella vino a negociar su liberación. “El era cómo un padre para mis tres hijos” dijo.

La niña lloraba, y decía que probablemente se había enfermado de la tristeza, y mi mamá y yo llorábamos pensando que sí: Las balas de los secuestradores también hieren los órganos vitales de los que siguen “libres”, y en los hospitales también hay gente enferma de nuestro país. Cuando fui al hospital no esperaba encontrarme con un dolor diferente al de la caída de mi caballo, pero me dí cuenta que es imposible escapar de esta realidad omnipresente. Nuestra guerra manda a gente al hospital y a la tumba, no puedo ignorarlo.

Carlos Luís Quintero murió secuestrado y no se han encontrado culpables. Tampoco se ha ofrecido recompensa alguna para que alguien los encuentre. Lo desconocen los medios y por lo tanto lo desconoce la gente, pero no lo desconozco yo. La mamá de la niña nos pidió que rezáramos para que encuentren a los secuestradores de su hermano, y mi mamá me miraba aterrada, sin poder creer la carga que tienen aquí, las cadenas de oraciones.

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